Concluía la reunión de congregación ese día, el día que cambió el rumbo de mi vida. Dos de los ancianos me abordaron y me comentaron que tenía que participar en un comité judicial como testigo de un evento. Lo primero que pensé fue: “¡Pero yo qué hice!”. De hecho no había hecho nada, y el acusado tampoco. Permíteme platicarte cómo llegamos a eso. Crecí como testigo, aunque en realidad era mi abuela (y no mi madre) la que me llevaba a las reuniones. Como fui el menor de 10 hijos, en mi casa carecía de atención, por lo que fui presa fácil de los testigos de Jehová. Con ellos me sentí tomado en cuenta, y muy querido, así fue como crecí y me bauticé a los 16 años, mi madre me siguió poco tiempo después. Una vez bautizado me hice muy amigo de un hermano 4 años mayor que yo, muy espiritual y querido en la congregación, y una noche le confesé que me gustaban los hombres, él también me confesó lo mismo, e hicimos un pacto a la vista de Dios de ser apoyo mutuo para jamás caer en ese "pecado". Los dos nos ayudábamos saliendo juntos al servicio del campo continuamente, a veces a diario; nos juntábamos para ayudar a los hermanos a pintar sus casas y en otras múltiples labores. Ayudar a los hermanos fue de las cosas más bonitas que pasé ahí dentro.
Una noche que nos quedamos en casa, invitamos a un hermano de más o menos nuestra edad a acompañarnos. Cantamos cánticos, comimos palomitas de maíz y vimos películas juntos, hasta que nos dormimos jugando video juegos. Yo notaba que este hermano se interesaba mucho en mi amigo, pero no vi eso con maldad, porque mi amigo era alguien “muy espiritual”, como se les conoce a los testigos ejemplares. Esa noche no sucedió nada entre ellos, ni después. Después me enteré que dicho hermano se había enamorado de mi amigo, y lo acosaba: lo buscaba en todos lados, lo seguía a su trabajo, le hablaba al teléfono sin cesar. Mi amigo se sintió muy incómodo, y ese hermano, al no ser correspondido, decidió ir con los ancianos e inventar que el día que estuvimos en mi casa, mi amigo lo indujo a cometer fornicación. Yo estuve ahí, dormimos todos en la sala y siempre he tenido el sueño muy ligero, por eso sé que en mi casa nada pasó.
Mi amigo fue expulsado sin miramientos. El anciano presidente de nuestra congregación era el padre de la novia del hermano que acusó a mi amigo y fue quien presidió su comité. No había forma de escapar de esa “justicia”. Mi amigo, siendo una persona muy honesta, confesó tener tendencias homosexuales, y eso marcó su destino. No hubo quien le creyera que era inocente. Él apeló su caso, y de nuevo tuvo que pasar todo este proceso en su segundo comité, ahora presidido por el superintendente de distrito. No fue escuchado en ninguno de sus comités judiciales, y fue bombardeado con todo tipo de preguntas de índole sexual. Me da vergüenza platicártelo, pero ¿te imaginas cómo se sintió mi amigo mientras los ancianos le preguntaban cosas como: “Fernando dice que usted introdujo el pene de él en la boca suya, ¿puede decirnos cuántas veces lo succionó?” y “¿es verdad que él eyaculó en su boca y usted tragó su semen?”, puedes imaginar la humillación? Mi amigo me lo contó muerto de llanto, no tienes idea de cómo lo trataron. Duró una semana en cama, llorando hecho mierda.
Después de enterarme de lo ocurrido en el primer comité, cuando los ancianos vinieron a recordarme que debía asistir como testigo del evento, pensé: ¡Es ahora, o nunca! Era mi oportunidad de salir de la congregación, porque sabía que no presentarse a un comité es causa de expulsión automática. Así que hice una carta de renuncia, y la envié a los ancianos la tercer noche del comité, donde explicaba que no me interesaba más ser parte activa de una congregación que trata así a sus hermanos. También les dije que pensaba no volver a someterme nunca a la autoridad de la mafia que son los cuerpos de ancianos. En la siguiente reunión fui anunciado como expulsado, un anuncio que me proporcionó una libertad de la que disfruto hasta el día de hoy. Ahora puedo cuestionar libremente todo lo que llega a mis ojos y oídos, sin tener que tragármelo porque venga de los 'escogidos' de Dios. Tengo amigos verdaderos, que no me abandonan porque no crea las cosas que ellos creen.
Y afortunadamente, mi madre fue testigo del trato cruel que se dispensa a los ex miembros y a los débiles, ella misma ha estado hospitalizada varias veces y JAMÁS ha recibido la visita de alguien de la congregación. Ahora los dos somos libres, creemos en Dios, pero no nos tragamos cada palabra de la Biblia con los ojos cerrados. Tenemos libertad de conciencia y de elección. Y ¿sabes qué?, quien mintió sigue en la "verdad". Ahí entendí que quien determina la decisión en los comités judiciales no es el Espíritu Santo, sino quien mejor aparenta. Atte. Bobby