Érase una vez que....no; no crean que por el título de este relato voy a hablar de un acto patriótico pasado, o de haber defendido al país, o haberle sido leal a una ideología (bueno, esta última tal vez sí ), pero nada que ver con algún nacionalismo. Se trata de un sufrimiento acaecido gracias a la bandera, uno que se vivió en carne propia no solo por mí, sino por muchos jóvenes testigos de ese entonces. Desconozco cómo era la situación en otros países, pero en México varios años antes de que finalizara el siglo anterior era muy común y casi de ley y de costumbre expulsar a los hijos de Testigos de Jehová de las escuelas públicas de gobierno por NO saludar a la bandera y por no cantar el himno nacional. Tal vez en otros países como EU, Chile, Argentina, España, etc., el problema era menor, desconozco si los muchachos igual sufrían con las autoridades escolares de su país; pero en territorio mexicano era algo que se adolecía día a día. Era una expulsadera enorme y frecuente de las escuelas, lo recuerdo perfectamente, tanto que muchos testigos perdían el año escolar. Un hermano que tenía una tlapalería tenía a sus hijos en una escuela pública en un acuerdo directo con el supervisor escolar, a cambio de que le proporcionara material de construcción, y así no expulsaran a sus hijos. Era como un trueque, pero a su vez un caso aislado. Del resto, la única opción era inscribirlos a colegios de paga, ahí como pagabas la colegiatura no había ningún problema y podían estudiar con tranquilidad sin preocuparse por los honores a la bandera. Pero por obvias razones, ese medio era alcanzable solo para familias acomodadas o de clase media, no todos podían solventar ese gasto económico tan enorme, especialmente si la mayoría de las familas testigos eran de escasos recursos y con empleos precarios. Ante la problemática, a veces en el salón del reino se asignaba a una hermana para que diera clases de regularización de lectura y escritura a los niños (con el folleto de la sociedad), y así no se atrasaran en el aprendizaje. Les quiero a bien aclarar que lo que les contaré fue mucho ANTES de bautizarme, o de siquiera pensar en ello, y pese a eso, sufrí las consecuencias como si ya fuera un testigo dedicado. Eso me deja claro que las penurias empiezan siempre a vivirse dentro de esa organización desde que te empiezas a involucrar con ellos. Disculpen si me extiendo mucho. Pero bueno, empiezo a relatarles... Justamente en la etapa de la preadolescencia es donde empiezo a tener un estudio bíblico con los testigos, antes de comenzar la educación secundaria. Llega un muchacho a conducirme con la "maravilla roja", el libro Vivir para Siempre, el que habla de todas las bendiciones en el nuevo mundo por venir. Para no hacer largo el cuento, y gracias a la "instrucción divina", ya había yo resuelto no saludar a la bandera al entrar de nuevo a la escuela, ni cantar el himno ni hacer el juramento. Porque...¿A quién no le leyeron del libro infantil color amarillo el relato de Sadrac, Mesac y Abednego? Era la historia bíblica estandarte de todos los peques que tenían que enfrentarse al saludo a la bandera. Y claro, como era de esperarse no fue fácil, pues en ese entonces para entrar a todas las escuelas públicas se había adoptado entre los trámites de inscripción una hoja de compromiso del alumno y de sus padres de que se respetarían los símbolos patrios, y ambos tenían que firmarla. Y pues eso fue un candado que me impidó entrar a una buena escuela de gobierno que yo hubiera querido. Así que no quedó mas remedio que buscar un colegio. Prácticamente no había ninguno, todos estaban saturados. Total que de entre otros testigos a voces hablaban de un pequeño colegio de secundaria donde sí aceptaban a testigos y había cupo. Pero lo que parecía una buena opción, en realidad...era el principio del calvario. No se le podía llamar colegio, era una pocilga hecha y derecha, era un edificio cerrado donde nadie salía, oscuro y con poca luz, con paredes rayadas, sin patio exterior (por eso no había ceremonia a la bandera), sin talleres didácticos, solo eran unos cuantos salones y un gran cuarto que era la oficina de la dirección, y además contaba con una pequeña tiendita donde vendían alimentos y sacaban buenos dividendos. Eso sí, la colegiatura era carisísima. Y aparte pedían otras cuotas y material escolar y de limpieza. Y no había más. Pero aqui viene lo peor de todo: Era un colegio donde aceptaban a todos los rechazados de otras escuelas por mal comportamiento, aquellos que no tenían buenas referencias ni carta de recomendación de sus escuelas primarias, y por ende no los aceptaban en ninguna otra secundaria. Así que en ese colegio había dos clases de alumnos que no querían en ninguna otra institución: Los de mala conducta problemáticos y los testigos de Jehová que no saludaban a la bandera, ambos rechazados de las demás escuelas. Ya se imaginarán la mezcla de esos dos bandos. Aquello era terrible!! Mucha bronca, muchos problemas, el acoso de otros alumnos, que en aquel entonces aún no se empleaba la moderna palabra bullying pero ya sucedía, imagínense que siendo jovencitos testigos y con la inocencia implantada por lo de la religión tener que aguantar todo eso. Era muy difícil y angustiante. Tanto groserías, burlas, carrillas, golpes, aventones, era el pan de todos los días. Hubo un par de "testigos" que eran igual de majaderos y peleoneros que ellos, y no crean que el ambiente los hizo así, ya eran de esa manera en sus congregaciones, de hecho uno de ellos se bautizó a los 10 años, y era hijo de un anciano influyente que daba discursos en las asambleas; debo decir que además ese señor era creído y altanero y le caía mal a otros hermanos según lo recuerdo en ese entonces, ah, pues así igualito de odioso era el hijo. Y cada rato nos decía a los demás jóvenes testigos que nos íbamos a quedar en armagedón que porque no éramos bautizados como él, y que él iba a pasar al paraíso y nosotros no. Cuando hacía algo malo o soltaba alguna mala palabra, yo le recordaba que era bautizado, pero me daba un par de golpes, o incluso me tiraba los libros de mi pupitre o me pateaba mi mochila. Y no sólo me lo hacía a mí, sino a otros dos amiguitos testigos con los que yo me juntaba. Así que no había para donde irse, teníamos que aguantar a todos esos pseudo estudiantes malportados, tanto a los "mundanos" como a los que dizque eran testigos pero de pésimo comportamiento. Al cabo de unos meses, uno de mis compañeritos testigos no pudo soportar la carrilla y ya no le gustaba ir a la escuela. Con el tiempo obviamente que dejó de ir. Su abuelita (que también era testigo y consentía mucho a su nieto), lo sacó del colegio y lo metió mejor a estudiar a una de esas nuevas escuelas de computación que empezaban apenas a tener su primer auge (aún con MsDos), eso para que al menos se entretuviera haciendo algo mientras más adelante que ya creciera verían si encontraban una mejor escuela. Mi otro compañerito testigo también se fue a medio año escolar, tenía muy malas notas y con el dineral que gastaban sus padres testigos, mejor también lo sacaron de estudiar. Tal vez se lo atribuí al ambiente, era practicamente imposible concentrarse en el estudio, yo apenas llegaba a una calificación regular. Ya no tenía ganas de ir, a veces me levantaba quejándome en las mañanas, casi me mandaban a fuerzas. Recuerdo que cuando llegó la época decembrina la subdirectora planeaba hacer una fiesta navideña, y como los testigos nos negamos a participar, a todos tanto hombres como mujeres nos pasaron al frente en la escuela y nos tiró un sermón de por qué no celebrábamos, mientras nos recriminaba algunas creencias (aunque de todos modos, por el ambiente que imperaba allí, ni ganas tenía de celebrar nada). Otra mención es que los "maestros" contratados en ese colegio eran también malísimos, pues eran de los que no encontraban trabajo en otras escuelas: Con pésimo nivel de enseñanza, permisivos, faltos de ética, deshonrados, y a veces incitaban a que se mofaran o hasta dieran de manotazos a algún desordenado o alguien que estuviera desatendiendo la clase o no hiciera la tarea; a mí me tocó para mala fortuna. Por eso también era común que les faltaran al respeto, porque no eran serios. Total que era la escuela perfecta para reprobar. Eso sí, el director era un ávaro que pedía cooperación para todo y se ensanchaba los bolsillos aprovechándose de la necesidad de los padres de tener a sus hijos estudiando. Solo veía como mi familia apuradamente mes con mes se esforzaba sudando mucho en juntar el dinero de la colegiatura, que era muy alto, tan sólo para que no me echaran de ahí. Ah, pero también las mujeres me molestaban. Me daban pellizcos o me jalaban el pelo, o subían sus pies a mi mesabanco mientras mascaban chicle, y si les miraba me decían en mal tono"que me ves"; y claro no podía yo siquiera levantarles la mano, no porque fueran muchachas, sino porque eran bravas de verdad y en una de esas me metían un buen golpe, en sí, se aprovechaban de mi ingenuidad. También había una chica testigo en mi clase que era bien sangrona porque se creía mucho debido a que era la más aplicada de la clase, pero muy pesada y cortante, y a todos nos veía como inferiores; por cierto, era hija de otro prominente anciano del circuito. Así que todos los testigos se habían corrompido en esas aulas, o mejor dicho jaulas; de mi parte yo era un buenazo del tipo tranquilo, no es que lo presuma ni me ponga como víctima, pero debo decir que precisamente por mi nobleza, era el más vulnerable...y muchas veces me hacían llorar. Total que no la pasé nada bien el resto del año en que estuve en ese colegio. Finalmente llegó a su término el primer año escolar. Quería huir de ahí para siempre, con la ilusión de mejor estudiar computación como mi amigo, ya no quería la escuela. Pero no, en la familia querían que terminara la secundaria, puff!! De repente llegó otra solución para el segundo año. Mi tía me dijo que me inscribiera a una escuela federal pública de gobierno, aquellas donde nos rechazaban a los testigos...ah, pero mi tía conocía a mucha gente del magisterio, de hecho su esposo, mi tío político, era un miembro activo del sindicato. Sobre el trámite de firmar la carta de respeto a los símbolos patrios, me dijo mi tía que la firmara, que al cabo iba a guardar RESPETO a los símbolos patrios, mas NO saludarlos o cantarlos, me propuso que con que me mantuviera en posición de firmes en mi lugar durante las ceremonias de bandera era más que suficiente. Eso me dió un poco de confianza y firmé aquella carta temeroso pensando "bueno, a ver que pasa". Había oído de algunos tips de otros jóvenes de la congre donde decían que durante ese momento de los honores me fuera al baño, o que me escondiera en las escaleras, o que hiciera como que saludaba pero que en vez de eso me rascara el pecho, o que nomás moviera la boca al escuchar el himno como si cantara. Llegar tarde no era una opción, pues te regresaban a casa. Así que había que afrontarlo. Toda una gama de trucos por hacer. El muchacho que me daba estudio, que era como de 16 o 17 años, y precursor, me había dicho que él había estado en esa escuela antes, pero duró muy poco, que lo expulsaron al par de semanas cuando no quiso saludar a la bandera. Le ofrecieron la carta y que le dijeron "o firmas o te vas", y que él optó "lealmente" por retirarse de ahí aunque perdiera sus estudios. Tal vez por eso agarró el precursorado, además de que muchos jóvenes testigos en su misma situación se esperaban a crecer y tener más edad para ver si terminaban sus estudios básicos de manera abierta en el Instituto Nacional de la Educación para los Adultos, INEA, esa era la última opción. ¿Pero saben? Resulta que muchos jóvenes testigos de esos, por la costumbre y la decidia, nunca jamás volvieron a estudiar ni de esta manera ya siendo mayores de edad. Total, el primer día que llegué fue con mucha ilusión, nueva escuela, nuevos compañeros, libros, uniforme, una escuela grandísima con miles de alumnos, chicos y chicas, hasta los profes eran más capacitados, y había una gran cafetería. Existían como 10 talleres a elegir, yo tomé el de dibujo técnico. Pero también llegaron los primeros días de actos cívicos escolares (generalmente eran los Lunes a primera hora), y al momento de la verdad me atemoricé, muchos más porque era el ÚNICO testigo alrededor, yo había logrado entrar de un golpe de suerte gracias a influencias, y por ende, otros no. Así que empecé a trabajar mi astucia: Primero me quedaba en el salón de clases escondido y estudiando, pero ya muchos lo notaban y hasta me preguntaban, luego otros días Lunes me iba divagando por todo el plantel, me metía a un gran jardín que había dentro de la escuela y que tenía muchos árboles y escondites, o me ocultaba en una bodega abandonada de libros de texto, o me iba a las canchas a sentarme y acurrucarme en una orilla, casi invisible. Una vez me cachó uno de la directiva de la escuela, uno grandote malencarado al que le apodaban El Oso (ya se imaginarán lo corpulento) y me dijo enérgicamente "que haces ahí", y yo balbuceante le dije "es que..em, me..perdí..ehh..soy nuevo y estaba, ah..viendo que"...total que dije puras cosas sin sentido, y me dice, bueno pues vete a clase. Uff, la libré por esa vez. Pero ya por semanas todos mis compañeros se habían dado cuenta de mis ausencias en los actos de bandera, y me inquirían, y yo me salía por la tangente. Todo iba bien en mi estategia...pero de repente todo dió un giro inesperado. Hicieron unos honores a la bandera a mitad de semana cuando a media clase nos interrumpieron, no recuerdo por qué razón, creo que era para organizar la presidencia escolar o algo así, y mis compañeros entre varios todos me agarraron del brazo diciéndome "ahora sí, vas a ir con nosotros a la asamblea de honores", mientras se reían y mofaban, y yo mega preocupado pensando "oh, y ahora que hago". Y sí...empezó a tocar la banda escolar, pasó la escolta con la bandera, y al grito de "Saludar...YA" todos saludando a la bandera. Y yo me quedé helado en mi lugar en posición de firmes con las manos abajo. Es obvio que todos mis compañeros me observaron con extrañeza, al fin me descubrieron y me decían, "hey saluda a la bandera" "órale cabrón salude" y todos empezaron a gritar y hacer ruido porque no saludaba y en eso llegó el profesor de ciencias sociales para ver qué era lo que pasaba, y claro que me acusaron y me llevaron a la dirección. Ahí me tuvieron como media hora sentado, me preguntaban cosas de si yo era de "esa religión", hasta los encargados del servicio al alumnado como que se reían en burla de mí. Total que mi tío, el síndico escolar, se enteró de esa desavenencia, y habló con la gente de la escuela sobre mi situación (resulta que el profe que me llevó a dirección era conocido de mi tío), y total que arregló para que pasaran por alto aquel incidente, y ya pudiera regresar a clases, aunque ya a partir de allí debía estar presente en las asambleas cívicas escolares posteriores. Pero las carrillas seguían por parte de los compañeros para que saludara la bandera y cantara el himno, era como si me estuvieran retando o poniendo a prueba. Al cabo de unas semanas que parecía que todo iba con normalidad, de nueva cuenta otro profesor notó que no saludaba a la bandera y me dice, vamos a la oficina del director. Y ahí voy de nuevo...OOOTRA VEZ, a la dirección y de nuevo las mismas preguntas. Me perdí toda una clase y hasta el recreo. Hasta que de nueva cuenta vino mi tío, y ahora sí de manera mas seria, tajante y severa les advirtió que NO volvieran a molestarme jamás, que eso ya se había hablado y aclarado. Y como tenía voz de mando acataron su orden, por fin la libré para estar mas tranquilo en la escuela. Claro que...las burlas pues no cesaron. Cada que había saludo a la bandera seguían molestándome mis compañeros. Frases como "ándele testiguillo, salude" "ay sí tu, el hijo de jehová" o la clásica de "testículo de jehová" o me tarareaban cantando la de "Aaaa-leluya, aleluya" como mofa, sin dejar de mencionar los sopapos o los patines o empujones que me metían cuando estábamos formados. Era tanta mi perturbación que hasta una vez me llevaron con la psicóloga de ahí mismo de la escuela, pero no recuerdo casi nada de lo que me dijo. Otro me decía, "ese güey es un traidor a su patria, le gusta seguir a los gringos". Me imagino que hacía referencia a que los testigos de Jehová eran una religión americana, eso era bastante conocido. Y es que mas adelante de la escuela se encontraba una iglesia mormona muy grande y notoria, con unas canchas deportivas, toda una manzana. Pasábamos por ahí caminando todos los días que salíamos, a veces veíamos a los misioneros jugando basquetbol, algunos eran estadounidenses sirviendo ahí y que los mandaron a evangelizar desde su país, y había mucha animadversión contra ellos, los de la escuela les gritaban cosas como "a bañarse güeros" u otra injuria, o les dejaban en su banqueta cosas como basura, y hasta llegué a ver una vez ahí tirado un condón usado que alguien seguramente les arrojó. Eran maldosos con ellos. Yo ni tenía idea en ese entonces de lo que eran los mormones y sus crencias, eran practicamente nuevos para mí, lo único que sabía era lo que me habían adoctrinado hasta ese momento: Que eran de la religión falsa. Pero la misma exacta opinión tenía la gente en el vecindario de los testigos: Que eran unos fanáticos falsos. Un vecinillo de mi edad se burló de mí cuando un Sábado regresé de la asamblea vestido con cobarta y me dijo, jaja ahi vas con los hermanillos, que ridículo te ves. Otro señor me decía de pura guasa "ahí te voy a ver al rato con tu mochila y tu bicicleta en la calle predicando" (quizá confundiéndose con los mormones, ya que ellos son los que hacían eso). Luego, en otra ocasión una señora vecina que me apreciaba desde que era pequeño y que vendía antojitos mexicanos en su banqueta me vió que venía de la reunión un Domingo a medio día, y me habla y me dice: "Eso de ir con esos hermanos no está nada bien eh, se va a enojar Diosito contigo y te puede castigar, eso a él no le gusta". Y es que ella era una ferviente católica, pero buena persona. Y en otra ocasión iba saliendo de la reunión, y oh! me encontré a una compañera de mi salón de clases de la escuela, me vió al ir caminando, y yo como que me agacho para que no me vea, pero cuando pasa cerca de mí levanto un poco la cabeza tímidamente y ella me sonríe. Estaba avergonzado de que me viera vestido como testigo. Luego me contó que una tía de ella también estudiaba, y ya me tranquilicé. Además estaba en ese momento descuidando las reuniones, no era regular, tanto que hasta se me olvidó la conmemoración, y ese día me fuí a un arroyo a pasar un día de campo con unos primos y tíos, y ni me enteré del dichoso memorial, y me regañaron. El que me daba estudio dejó de ir porque no le estaba poniendo importancia a las cosas espirituales, y me dijo que tenía que ponerme las pilas porque "ya venía el armagedón" y si no me apuraba me iba a quedar ahí y pronto vendría el fin. Eso fue a principios de los noventa, y todos aseguraban que no llegábamos al año dos mil. En ese momento me desapegué un poco de lo teocrático, pero seguía creyendo. Mientras en la escuela, total, que para que cesaran las carrillas de los compañeros, me aconsejaron leer en ese entonces el recién salido libro azul "Lo que los jóvenes preguntan, respuestas prácticas" el capítulo de "por qué no me dejan tranquilo los muchachos", y entre los consejos decía que cuando se pusieran pesados conmigo o me hicieran burlas, que no tenía que enojarme ni angustiarme, sino que lo tomara con humor y hasta sonriera, como si estuvieran bromeando conmigo. Así lo hice y...¿que creen? ¡Funcionó! Vieron que ya no me enfadaba ni me hacían efecto sus burlas. Dejaron de molestarme. Hasta me invitaban a jugar futbol o a ir a las máquinas recreativas después de clases. Pensé entre mí: "Es verdad lo que dice la palabra de Dios" (osea la de la watchtower), y eso fortaleció mi fe. Claro que años después me enteraría que esa pauta que seguí del libro los jóvenes preguntones era mas un patrón a seguir que tenía que ver con la psicología y el lenguaje corporal dentro del comportamiento humano en la convivencia social, y que cualquier otro libro de autoayuda para jóvenes lo hubiera aconsejado. Pero que iba yo a saber tan chico de edad. Y menos si no contaba con alguien que me ayudara. Y además sin tanto flujo de información como ahora. Y terminé la secundaria después de dos largos años. Fue una pubertad durísima. Por fin llegué a la meta. Les comento que ya después a finales de los noventas en mi país se aprobó una ley educativa en derechos humanos que PROHIBÍA rotundamente expulsar a alumnos de la escuela por causa de la fe que practicaran, entre ello se incluía a los testigos y el tema de la bandera. Un gran triunfo para la teocracia, decía yo, muchos niños testigos regresaron a las escuelas públicas de manera libre y sin ningún temor. Aunque para mí ya llegó demasiado tarde, decía pues ya para qué, jeje. Un par de años después me aprobaron para publicador, y luego para el bautismo, me hicieron las preguntas, y ya en la asamblea me sentía triunfador, todos felicitándome con abrazos y apapachos en lo que era y debía ser "el día más importante de nuestras vidas, la dedicación" (así era la verborrea testigueña). Y con eso llegaron muchos privilegios, acomodador, micrófono, discursos no. 4 y ya no sólo los num. 2, lector, ayudante de revistas y otros. Llovieron "bendiciones" por así decirlo. Era el inicio de un gran porvenir....o mejor dicho...así lo pensé. Ya no hice estudios superiores, hice una carrera comercial corta de contabilidad, luego un curso de computación, y entré a trabajar de capturista muy joven. Con las obligaciones llegaron más responsabilidades en la congregación, y entre más me daban más me exigían. Con el tiempo se pusieron más apretadas y hasta pesadas las cosas, y empezó a haber presión. Al cabo de los años de repente y conforme crecía se me empezó a perder el gozo por todo lo que veía y vivía, el trato a los hermanos, el desamor de los ancianos, las doctrinas impositivas, las humillaciones que me hacían, y yo por más que quería aguantar pedía fuerzas en oración, pero era imposible. Bueno, esta parte llena de detalles y circunstancias que me pasaron dentro de la congregación para qué se las cuento, si es muy similar a lo que seguramente muchos de ustedes padecieron y sufrieron, y además conocen perfectamente bien lo que se vive ahí dentro. Es la misma historia de siempre. Solo pude razonar muuuuchos años después ya de adulto. Eso fue cuando decidí estudiar la universidad por impulso, empuje y ánimo de mis compañeros de trabajo que tanto me insistían en tomar una carrera. Así que al trabajar y estudiar a la vez, y con las muchas tareas, me fue quedando casi nada de espacio para lo teocrático, haciéndome de a poco a poquito y sin darme cuenta inactivo en las reuniones....hasta que un día, ZAZ! dejé de ir...para NUNCA MÁS regresar. Ese período me sirvió para razonar en muchas cosas. Ya con la mente despejada, sin tanta invasión de adoctrinamiento y ya más relajado, me dí cuenta de todo lo que había hecho mal, y también de todo lo bueno que había dejado pasar y de hacer . Me puse a cuestionar si Dios era realmente así como nos lo habían enseñado, y no lo podía concebir, me resistía. Y una cosa llevo a la otra. Libros, información, artículos sobre las religiones, sectas y demás. Hasta ese momento aún entraba con cierta reserva a los sitios y videos apóstatas, pero de a poco perdí el temor. Y me fuí enterando de muuuchas cosas que desconocía, y a la vez leía experiencias de extestigos muy similares a las que viví. Me identificaba plenamente. Me enojé mucho al principo porque me sentí engañado; pero después pensé que no valía la pena seguirles el juego. El caso es que: Ya no tenía miedo, finalmente encontré la LIBERTAD. Siempre es difícil recordar este tipo de historias. En mi caso fue la etapa juvenil más complicada que tuve. Y esa, como dice el tema, fue mi lucha por la bandera, esa doctrina de no saludarla fue lo que me llevó a tener todos esos problemas y años tan complicados, por culpa de unas enseñanzas idiotas que nublaron mi preadolescencia. Me creerán que hasta ahora nunca he saludado a la bandera ni cantado el himno, tal vez porque no he estado en muchísimos años ya de grande en un acto cívico. Y si acaso he estado en un evento donde izan la bandera, no es común en México que la gente adulta la salude como en los años escolares, simplemente por lo regular solo observan o se quedan de brazos cruzados, así que me acostumbré a no hacerlo. Y quien sabe si lo haré un día, lo sabré cuando se presente algún momento de esos. De cuántas cosas me perdí, de festividades, de tardeadas y bailes en la escuela, de actividades extraescolares, todas esas a las que se les consideraban llenas de adicciones, de depravación o hasta de "inmoralidad", que estúpido e ingeuo fuí. Luego además no pude ser capaz de hablarle a una chica que me gustaba mucho en ese tiempo, y no lo hice porque, además de que era "mundana", me detuvo el que ella portara siempre un dije con la virgen de guadalupe, y cómo iba a ser pues, si era católica; pero lo peor de todo es que era retraído debido a las enseñanzas sectarias de la wt que me llenaron de complejos, traumas e inseguridades , y se me hizo difícil socializar. Ya no puedo regresar esos años atrás como en la serie Quantum Leap, y ser un viajero en el tiempo para corregir lo que hice mal y haber tenido unos años maravillosos en aquella época. Pero al menos puedo decir con seguridad que todo ello me dejó un gran aprendizaje de vida. Así lo puedo ver y es lo que puedo rescatar. Y decirles que si tienen hijos, especialmente muchachos que están creciendo, nunca les hagan pasar esas penas. Déjenlos que vivan su vida normal. Que disfruten, que conozcan, que convivan, para que cuando crezcan tenga un muy bonito recuerdo que guardar de esa etapa maravillosa. Aléjenlos de esa secta destructiva, de sus doctrinas dañinas y sus consecuencias. Claro está, tampoco decimos que los dejen al ahí se va, al grado de que se vayan a la perdición; siempre hay que estar atentos con ellos y en constante comunicación. Es decir ni muy muy ni tan tan. Como dice el dicho ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Enséñenles verdaderas normas, principios y valores. Todo con su debida medida. Dénse cuenta: Hay muchas cosas buenas que hacer afuera: Estudiar, aprender, ayudar, ser cada día mejores, gozar, disfrutar, conocer. Es parte de nuestra naturaleza humana. Si damos lo mejor de nosotros, haremos de nuestro propio entorno un mundo cada día mejor. FIN By Eliodoro