Crecer como testigo de Jehová
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Historia de vida #4: Sueños de libertad

Es difícil resumir una historia de vida en pocas palabras. Pero puedo hacer un acercamiento de las cosas cómo sucedieron.
Nací en el seno de un hogar inclinado a creer en la Watchtower (WT). Mi madre ya era tj cuando yo nací, así que no me consultaron para decidir educarme bajo las doctrinas armagedónicas de la WT. Soy el 4 hijo de 6, fuimos 3 hombres y 3 mujeres en mi familia. Todos hemos asistido a las reuniones y estuvimos bien familiarizados con las actividades de la WT, ya que mi abuelo paterno era TJ aun antes de que mi padre se casara con mi mamá. Al crecer yo, crecí asistiendo a las reuniones y saliendo al “campo¨, recibí estudio con el libro Escuchando al Gran Maestro, el librito rosa, que posteriormente fue sustituido por el libro Mi libro de Historias Bíblicas. Mi infancia fue la de un niño querido por mis padres y hermanos mayores como la de muchos. Eso, en cuanto a relaciones interpersonales con ellos. Sin embargo, mi vida no era igual a la de cualquier otro niño de mi edad. Por las noches tenía sueños extraños que se extendieron hasta la actualidad, por mi edad, y por ser un niño un tanto introvertido, creía lo que me decían : “solo es un sueño”, cuando despertaba llorando. Recuerdo claramente un día que terminábamos el “servicio del campo”, yo iba con mi hermana mayor y nos acompañaba otro jovencito de la congregación que, aunque era un poco menor que yo, resultó muy despierto y ¨movido¨ en las actividades cristianas de la congregación que yo, era más participativo y pintaba para un joven espiritual ejemplar. Mi hermana le dijo: “anímalo {refiriéndose a mí}, para que le eche ganas”, yo solo me quedé mirando e internamente sentí pena de no ser igual o tan “bueno” como él. Ese día quedó marcado en mi mente. Es increíble que a la edad aproximada de 10 años los egos de un niño estén desarrollados de esa manera. No podía quitarme de la cabeza sentirme menos frente a otro niño menor que yo. A partir de ahí comencé a acelerar mi progreso espiritual dentro de la congregación. No tardé en lograrlo, continuaba los estudios bíblicos con los hermanos, el libro Usted puede Vivir para Siempre en el Paraíso en la tierra, el libro Unidos en la adoración al único Dios verdadero, luego del cual hice los preparativos para mi “simbolización” como testigo de Jehová, era un adolescente, pero ya era regular en la predicación, en dar discursos en la Escuela del Ministerio Teocrático y en mi participación en las reuniones. Para ese entonces ya había nacido mi hermano menor, y la última hermana carnal.

Los privilegios después de mi bautismo comenzaron a llegar, participaba en el servicio de precursorado auxiliar regularmente, conducía estudios, me consideraron para ser lector en las reuniones, ya llenaba los requisitos para ser siervo ministerial, pero algo detenía mi nombramiento de siervo ministerial y era mi edad, a los 17 años no podía ser nombrado, ni como precursor regular. Así que tuve que esperar completar la edad. Apenas cumplí los 18 años y se hicieron las recomendaciones, las cuales regresaron con buenas noticias. A los pocos días de cumplir mis 18, me nombraron precursor regular y al mismo tiempo siervo ministerial. En ese tiempo devoraba los libros que salían en cada asamblea. Fui un gran adoctrinado y por voluntad propia, ahora que creía ser yo quien decidía qué hacer con mi vida. Mi padre, nunca se interpuso en que yo no cursara estudios de universitarios. Yo estaba convencido que estaba donde debería estar y que la “verdad” no la podía cambiar por nada, ya que era muy claro que los tj eran el “pueblo escogido por Jehová Dios”. En ese tiempo el grado de “fanatismo religioso inconsciente” se apoderó de mí. Leía la biblia asiduamente, me preparaba las reuniones haciendo investigación adicional al material asignado, quería tener el panorama de la información más amplio para dar un comentario más nutrido. Con el tiempo participé en un drama como protagonista principal, aquel drama en que un jóven es seducido por una adolescente en su escuela tras participar en un juego de pelota.
Sin embargo, mi vida sexual ya pintaba para caos. En este momento quiero hacer un paréntesis.

Resulta que a los 4 años de edad (cosa que recuerdo claramente), vivíamos en un barrio diferente, mi papá rentaba una casa que pertenecía a una vecindad. Mi madre, en ocasiones visitaba a una vecina con la que toda mi familia se llevaba bien. Yo era el bebé de la casa. Aquel día resultó estar marcado para mí. Mi mamá estaba con esa vecina platicando, yo era el foco de atención del hijo de la vecina, un adolescente de aproximandamente 18 años. Esa tarde, me llevó a su habitación y tras cerrar la puerta me sentó en la cama, y se puso frente a mí, abrió su pantalón y me mostró su miembro, me dijo: “agárralo”, yo lo hice, luego dijo: “póntelo en la boca¨, lo cual, a mi corta edad, no me pareció era bueno, y le dije que no. Eso me marcó en mi vida. No hubo más que eso, lo recuerdo bien, no hubo violación, ni abuso forzado para más. Sin embargo, la semilla fue sembrada. Al crecer yo, eso creció conmigo. En la adolescencia comenzó el interés por el mismo sexo.

Aún en mi adolescencia, tenía una doble vida. Tenía encuentros sexuales casuales con gente que conocía en la calle. Tuve varias de estas experiencias en varios años. No tardé en notar que muchos adolescentes en la congregación también estaban alertas a los impulsos sexuales. Luego me di cuenta que muchos jóvenes mayores que yo sentían atracción por varones adolescentes como yo, cosa que no fue fácil de llevar.

Esto se mantuvo por años, con experiencias de contactos sexuales con otros jóvenes, aún hijos de ancianos, al final terminábamos como si nada hubiera pasado, como si hubiera sido solo un acto sin importancia y volviendo a nuestras actividades regulares. No es fácil llevar una vida asi, y menos a esa edad. Mi mente “entrenada” me atormentaba día a día, lo olvidaba y me concentraba en las actividades espirituales hasta que volvía a suceder sin planearlo. Este tipo de vida no era para mí, hasta que mi mente no pudo más y acudí a los ancianos. Primero, quise ser honesto y le comenté a mi mamá. Ella no pudo decirme consejo, solo me dijo: “entonces no te gustan las mujeres?”, a lo que le respondí: “si, si me gustan pero me pasa esto y quiero que me ayuden a que se me quite”, me sentía enfermo de algo. Fui con los ancianos y les expuse todo. Consideraron darme consejo y orar por mí, manteniéndome vigilado. Parece que la cosa se calmó y mi vida continuó. Con los años, “la cosa” regresó y era difícil mantenerme a flote.
Para no hacer la historia más larga, cambié de congregación aceptando un privilegio de servir de fundador en una congregación de lenguaje de señas en mi ciudad. Yo había conocido unos hermanos sordos y ellos me enseñaron su lenguaje. Lo aprendí en dos meses. Llegué a ser intérprete de Lengua de Señas en las reuniones, y salíamos a hacer estudios y revisitas a sordos de toda la ciudad.
Con el paso del tiempo, se fundó la congregación de señas y era mi ocupación intensa. Dar discursos, preparar las reuniones en señas, y todas las actividades de una congregación especial.

Mi vida ya en mis veintes, la pasaba muchas veces en reuniones sociales y reuniones exclusivas de unos cuantos jóvenes de varias congregaciones, nos gustaba bailar y tomar alcohol. Creo que nunca tomé más alcohol que en esa época. Era todos los fines de semana, tenía que evitar sospechas y al servicio del campo participaba muy regularmente. Los jóvenes con quienes participaba en esas fiestas “prohibidas”, no eran tan ejemplares, como uno de mis “yos”, pero la parte libertina me gustaba. De forma increíble, oprimíamos un switch y era el joven ejemplar, y el switch lo cambiaba cuando era necesario “desahogar ciertas necesidades”. Sin embargo, la mente “cristiana” me veía sonrojada. Aguantaba mis “deslices”; hasta que un día pensé que ya no era posible seguir así.
Hablé con los ancianos y les confesé todo. Se me formó un comité de un anciano, sin experiencia en estos casos, y dos ancianos recién nombrados con muy poca experiencia en nada. Yo me sentía el “malhechor”, así que estaba en sus manos. Decidieron expulsarme. No puse objeción.

Mi mundo había acabado. “Nunca dejaría de asistir a las reuniones” –me dije. Al llegar a mi casa, llamé a mi mamá y a mi hermana menor, que ya era adolescente. Sentía responsabilidad con ellas de informarles por mí mismo lo que acababa de suceder. Se echaron a llorar y yo por mi propia boca les dije: “ya conocen la instrucción, no podemos hablar más, Jehová disciplina a quien ama” y subí a mi habitación. Al poco tiempo llegó el anciano de la congregación de mi mamá y con el que yo me sentía muy allegado, crecí con él y su familia, me veían como su hijo. El sabía mi “problema”, y solo me preguntó:
-“¿Qué pasó?”
-“Me expulsaron” –le dije.
-“¿Fue por eso que tú y yo platicamos?” –aludiendo a lo que una vez le confesé.
-“Sí, fue por eso” –le dije apenado.
-“Bueno, platicamos cuando regreses”.
Fue toda la conversación. Tras 20 años de esa conversación no he vuelto a hablar con ningún anciano. No les importó mi vida, o no me lo hicieron saber.

Asistir a las reuniones ya no lo sentía como una responsabilidad. Y menos al ver, las primeras ocasiones, que todos me volteaban la cara y o se agachaban cuando llegaba. Llegar tarde después de la oración y salir apresurado antes de que terminara la reunión me pareció aberrante. Un día salí de la última reunión a la que fui y me metí a un bar camino a mi casa. Crucé unas palabras con un hombre que ahí me hizo plática y me tomé unas cervezas ahí. Sería el inicio de mi “nueva vida”. En todo momento pensaba que Satanás saltaría encima de mi y me haría garras. Pero tal como el chupacabras, nunca vio la luz.

A pesar de no asistir a las reuniones, ni asambleas y de no ir a ningún memorial, nunca pensé mal de la WT. Era yo el que estaba mal. Mi mente tj seguía haciendo su labor atormentadora y machaconamente me decía que no debía “ejercer” mis impulsos sexuales. Hasta que un dia, decidí ya “expulsarla” de mí. Decidí aceptarme tal cual era, no quise atormentarme por ser “normal”, y me acepté así como era. A partir de ahí me sentí liberado del tormento y creo que comenzó mi liberación. Con el tiempo, y con el “bum” del internet, pude empezar a investigar y ver videos acerca de la WT. Poco a poco mis ojos empezaron a abrirse a la verdad real. Muchos salimos de los escombros y, con los años, me percaté que el mundo de Satanás no me ha matado, ni nada de lo que la WT dice que hay acá afuera es verdad. He investigado más y creo que no puedo estar mejor, tengo un buen trabajo, he comprado mi casa, he viajado un poco por el mundo, tengo mi auto, y tomo cursos de lo que me de la gana cuando quiero, nadie controla mi vida y mi mente no me molesta con remordimientos estúpidos. Lamento mucho los años que pasé dentro de la organización y el no haber cursado la universidad. Muchos podrán decir que aun puedo estudiar, pero una carrera ya no me interesa ahora.

Los sueños y experiencias “extrañas” me siguen sucediendo, nunca dejaron de pasar. Mientras era tj todo era “cosa de Satanás” que me “quería atacar o sacar de la organización” según mi madre y todo tj al que le contaba. Por lo tanto, dejé de contarles. Por decir rápidamente, he tenido sueños muy extraños, y experiencias que rayan en la locura. Una ocasión llegando a mi casa, aun siendo tj, me llamaron por mi nombre en mi habitación. Justo en el momento de posarme en mi cama para dormir, ya con la luz apagada, escuché mi nombre en repetidas ocasiones, pensando que era mi hermana o mi hermano que tienen su habitación contigua a la mía, me percataba que no eran ellos cuando les preguntaba o veía que dormían profundamente; y al volver a mi cama escuchar nuevamente mi nombre justo en mi oído y sentir, ésta última vez, hasta la vibración en mi oído como cuando alguien le dice a uno un secreto y la voz vibra en la oreja. Al abrir mis ojos nadie estaba ahí. Con el tiempo, recordé que a el pequeño Samuel le pasó lo mismo en el templo. Yo había perdido mi oportunidad al no contestar al llamado. ¿Quién era?, nunca lo supe. Muchas veces he podido estar parado tras mi cama, contemplando como mi cuerpo físico duerme plácidamente en mi cama, y de repente ver aparecer una sombra a mis pies, y sujetármelos, volviendo a mí inmediatamente confirmando estar en la misma posición en la que el “yo fuera de mi cuerpo” me veía dormido en mi cama.

Hoy sé que la muerte no es el fin de nuestra existencia y que, como seres espirituales habitando un cuerpo físico, un día saldremos de él y volaremos a una mejor existencia.
Mi vida actual no está en las garras de Satanás como le advierten a uno en la congregación, la “verdad” está afuera de la WT. Me siento agradecido de haber salido y de saber, ahora, que nunca más volveré a ese lugar.
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Atte: Soñador
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