Crecer como testigo de Jehová
  • Inicio
  • Historias
  • Doctrinas
  • Escándalos
  • Videos
Historia de vida #12: Luna llena de Veadar

Llegaron a invitarme una pareja de testigos, se aproximaba la Conmemoración de la Cena del Señor, la “celebración más importante de la humanidad”. Diez años sin acudir a una reunión, y habiendo hecho las paces con mi antiguo sistema de creencias, decidí asistir. Mi pareja, quien me ha apoyado a lo largo de mi historia como activista ex testigo, solo había escuchado lo que yo le había comentado de ellos, pero era tiempo de que los conociera de primera mano. Además, quería escuchar un discurso estando completamente despierto de sus creencias. Hice a un lado las recomendaciones que yo mismo había dado en mi video y pasé por alto el hecho de que faltaba un mes para Nisán (este año la conmemoración se celebró el mes de Adar II o Veadar) y nos alistamos para ir.

La reunión fue en un salón para eventos (al que el año pasado había ido para disfrutar de una posada navideña), un lugar espacioso y abierto al aire libre. La cita era a las 7 p.m. pero nosotros llegamos a las 6:30. Nos acomodaron amablemente dos personas, a quienes no volvimos a ver. Para ser honesto, me sorprendió la falta de atención que se nos brindó. No hubo muestras de amor, ni de falso interés. Sencillamente nos sentamos a esperar. Creo éramos los únicos vestidos de jeans y con barba. Desde que dejé de ser testigo, porto orgulloso mi muestra más grande de rebeldía contra el sistema en que crecí: mi barba. Reinaban los trajes (algunos con una florecita en la solapa, algo que nunca había visto) y vestidos de gala (de no muy buena calidad). A las 6:55 todavía el lugar estaba a menos de la mitad de su capacidad.

En el lugar reconocí a 3 personas, tres de los acomodadores que estaban ahí que también me reconocieron. El primero, una persona de unos 60 años, estaba en la entrada del lugar recibiendo a los invitados; el segundo, de unos 45 años, era el acomodador de la fila donde nos sentamos. Hacía unas semanas, los tres conversamos en uno de los “carritos” sobre la adición sin justificación del nombre “Jehová” al Nuevo Testamento en la Traducción del Nuevo Mundo. Al preguntarles si sabían que no existe ningún manuscrito que avale dicha adición, el mayor de ellos me comentó que cuando él se hizo testigo, ni siquiera sabía leer y escribir, y los testigos le habían ayudado a aprender, de modo que ese tipo de preguntas no iban con él. El segundo, cuando le mostré que no existen dichos documentos, me dijo en tono molesto que yo no entendía los asuntos de la Biblia porque no tenía la actitud correcta. Le pregunté qué es lo más importante en la Biblia, y me contestó que el nombre de Dios, así que le dije: “¿no cree que antes de salir a predicar tiene que haberse preguntado o investigado de dónde viene el nombre de Dios en su Biblia?”. Me contestó que jamás se había cuestionado esas cosas. Terminamos cordialmente la conversación, por lo menos así lo pensé yo; en la conmemoración vi que no. Ninguno de los dos me saludó ni se me acercó, aunque los dos me vieron.

El tercer acomodador que reconocí es un compañero de trabajo, aquella persona de quien te platiqué que le pregunté de dónde viene la idea de la generación que tienen los testigos y que me dijo que no lo podía explicar. Es un joven muy atento, muy trabajador, siempre me saluda en el trabajo. Pero tampoco se me acercó. No sé bien la razón. No sé si se hayan dado cuenta de que trataron con un “apóstata”.

Empezó la reunión 10 minutos tarde con una oración y un cántico. Nos sentamos en la cuarta o quinta fila de adelante y parecía que teníamos la plaga, nadie se sentó en esa fila. Tardó unos 30 minutos para que dejaran de entrar personas al salón. A mitad de la reunión, una joven amable se acercó desde uno de los extremos del salón y nos ofreció una biblia, nos preguntó si sabíamos usarla, a lo cual contesté que sí. Mi pareja no es para nada de los que leen la Biblia. Y yo, hacía años que no tenía una en mis manos, pero lo que bien se aprende nunca se olvida, en dos segundos tenía listo el texto mencionado. La joven se quedó sorprendida. La Biblia ya era muy vieja, de hecho casi nadie traía biblias ni cancioneros. Calculo el 80% usaba iPads para cantar y sacar textos bíblicos (supongo que para ahorrar dinero, por aquello de la crisis financiera de la Watchtower). Solo las personas de edad traían sus libros. ¿Puedes imaginar a una persona de edad suficiente como para estar ya en el paraíso en la Tierra, tener que aprender a usar iPads para leer la Biblia? ¿Qué sentirán esas personas, al no ver esas profecías cumplirse?

Me llamó la atención lo aburrido del discurso, sin sentimiento: estaban recordando el sacrificio más grande que alguien ha hecho por ti y por mí y casi me duermo en plena reunión. No imagino tener que pasar por ese martirio cada fin de semana. Por vez primera estaba en una reunión completamente despierto acerca de sus creencias; pude notar cómo el orador decía algo y mencionaba un versículo aislado del contexto. Esa no es forma de leer ningún libro, porque pierdes el sentido de lo que el autor te trata de explicar. Pasó sin mencionar ningún texto que apoyara el que “nosotros no debemos de participar de los emblemas”.

A mitad de la reunión, unos jóvenes caminaron con unas cajas de donaciones y se sentaron en los extremos cercanos a la entrada con ellas. Pasaron los emblemas y mi pareja, católico, me preguntó si no iban a hacer lo que acababan de leer en la Biblia, de comer y beber según lo que dice 1 Corintios, a lo cual solo sonreí. Después me confesó que no le gustó estar ahí, porque le faltó la parte “espiritual” que siente al ir a misa, que lo sintió solo como una conferencia sin corazón, algo en lo que no podría estar más de acuerdo. Por lo menos él ha participado activamente en la Cena del Señor al comer la ostia.

Una hora después estaba terminando la celebración, con un cántico. Una persona de la fila de atrás se apiadó de nosotros y nos prestó su iPad con la canción. Años de no cantar un cántico, pero al final, afiné la voz y tipo karaoke pude terminar de cantar. Agradecimos su gesto y el de la joven que nos prestó la Biblia y nos fuimos de ahí. No hubo love bombing, ni nada por el estilo. El salón estaba a medias, no había gente abarrotada como en mis recuerdos eran las conmemoraciones; en uno de los países con más testigos en el mundo y está pasando esto, ¿es tan severa su crisis?

Llegamos a comprar dos botellas de vino tinto y nos fuimos a celebrar a la playa bajo la luna llena otro día más de vida. Ese es mi único recuerdo grato de las anteriores conmemoraciones: la luna en todo su esplendor. Yo tomé mis copas dando gracias por tener a alguien que es capaz de soportar el aburrimiento total de una reunión de testigos con tal de estar conmigo. ¿Cómo no estar agradecido?
​
Atte. Eduardo
Con tecnología de Crea tu propio sitio web único con plantillas personalizables.
  • Inicio
  • Historias
  • Doctrinas
  • Escándalos
  • Videos