Mi historia comienza en 2004. Tenía 24 años, vivía sola y pasaba por una depresión. Mi familia nunca fue religiosa, me bautizaron católica por tradición. Fui a una escuela de monjas y me gustaba eso de ayudar a la gente. Estaba buscándome a mí misma, buscando mi lugar en este mundo y al mismo tiempo no quería saber nada de nadie. Un día golpearon a mi puerta dos mujeres jóvenes que no eran del pueblo. Me hablaron de la Biblia y que en ella se encuentran todas las respuestas que buscaba. Me dejaron un folleto, no recuerdo cual, pero ofrecía varias "respuestas " a las preguntas trascendentales que todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos formulado (¿por qué tenemos que enfermar y morir?¿por qué pasan tantas cosas malas en el mundo? etc) Y bueno, esa tarde lo leí muy entusiasmada, esperando que las dos precursoras volvieran lo antes posible para comentar las "maravillas" que me habían sido reveladas ese día. Esa misma semana pasaron de vuelta y las invité a pasar. Conversamos largo y tendido y me invitaron cordialmente a asistir a la reunión del domingo en el pequeño lugar (no había salón del reino, sólo un cuarto que una hermana Tj de edad avanzada ofreció para hacer las reuniones en forma gratuita) donde los 10 Tjs y "estudios" recibían alimento espiritual. En mi pueblo no había ancianos, éramos un grupo dependiente de una congregación grande. Las dos precursoras habían llegado a revitalizar la predicación en el lugar, vivían juntas en una casita y se convirtieron en algo así como mis "amigas" a medida que una de ellas -la hermana “N”- me hacía estudio. Ok, yo devoro libros y soy excelente aprendiendo, en especial cuando algo me gusta... sí, lo que aprendía con los Tjs y reunirme con ellos los domingos me llenaba, me hacía sentir "querida" casi por primera vez en mi vida. Le comenté a mis padres lo que aprendía y ellos me escuchaban, pero no compartían la idea de empezar un estudio, sino que se tomaban todo con calma.
Con el paso de los meses, terminé de estudiar un libro, pasé a otro y me hice publicadora no bautizada, ante los aplausos de los demás Tjs... yo me convertí en la estrella de las reuniones, estudiaba mucho, preparaba mis asignaciones rigurosamente, cambié mi forma de vestir, mi vocabulario. Asistir a las asambleas también era muy importante y en ese tiempo uno se impresionaba al ver a tantas personas unidas alabando a Jehová. Era como estar en un paraíso (eso te dicen siempre, vivir el paraíso espiritual) y juro que yo estaba más que convencida que ESE era el camino correcto y que mi meta para los próximos meses era bautizarme y ser misionera en algún lugar lejano, sin importar lo que el resto dijera (siempre se me venía a la mente eso de "los enemigos del hombre serán los de su misma casa"). Cada día salía con las precursoras a predicar de casa en casa, y de vez en cuando alguna persona nos abría la puerta.
Un año después me bauticé en una asamblea de distrito, las precursoras se mudaron al lado de mi casa y todo iba de maravilla. Al principio viví algo así como una luna de miel, pero lentamente comencé a sentirme abrumada ante ciertos detalles. Por ejemplo, a veces mis "amigas" las precursoras me decían que esa pintura o póster que yo tenía en mi casa lucía extraño, que se veían caras raras (demonios), que la música que me gustaba no era adecuada para una cristiana (nunca dejé de escuchar rock, pues la música para mí es esencial), que debía ponerme metas espirituales, porque ellas se irían del pueblo y yo era algo así como su relevo, etc. Yo siempre hice lo correcto, trataba de ser la Tj perfecta; ver que otras hermanas hacían cosas "indebidas" y no recibían censura o que a los demás les daba igual "porque es la cuñada del anciano que nos viene a hacer estudio", no me agradaba. Era sumamente injusto que yo estuviese sacrificándome por hacer todo como Jehová ordenaba (más bien dicho, como el Cuerpo Gobernante ordenaba) mientras esas hermanas fuesen intocables como vacas sagradas.
Llegó una familia nueva de Tjs a la ciudad y yo ofrecí mis servicios como modista, siempre que una asamblea se acercaba, todas querían lucir sus mejores trajes; pero me pagaban la mitad por mis servicios "es que no se le puede cobrar mucho a fulanita, porque es hermana" decían. Pasaron muchas cosas, debí luchar contra mi tendencia a querer hacerlo todo bien, a la perfección; me sentía culpable por sentir cosas normales (atracción por el sexo opuesto, desgano, querer vestirme como yo quería, sin parecer una de las hermanitas de las revistas; encontrar injusto eso de que las mujeres fueran siempre gobernadas por hombres y no pudieran discursar y cubrirse la cabeza al orar ante un hombre bautizado, etc.) y un buen día, todo se vino abajo. Le comenté mis dudas a mis "amigas" y orábamos juntas. Para ellas era siempre lo mismo, era un "arreglo de Jehová" así debía ser, punto. No era suficiente para mí eso de que "por algo Jehová puso ese orden", sino que exigía una respuesta coherente. Dejé de ser tan espiritual y simplemente no iba a predicar, comentar en las reuniones se me hacía estúpido, era solo repetir lo mismo que decía la revista; no poder usar tu cerebro o cuestionar algo se me hacía muy pesado. Después de que empecé con mis dudas, mis vecinas precursoras tomaban el té, hacían pizza, salían al campo con las otras hermanas y hermanos, pero a mí ya no me invitaban, viviendo yo a dos metros de su casa. Cuando llegó el Superintendente de Circuito yo fui una de las primeras con las que él se reunió. Me preguntó cómo estaba mi relación con Jehová y le dije que estaba teniendo dudas. Yo ponía lo mejor de mi parte, pero para mí eso de la repetición y memorización de textos bíblicos era algo que no tenía sentido. "¿Por qué ya no asistes a las reuniones como antes?" preguntaba el hombre y le dije que simplemente eso no era para mí. "¿Acaso crees que puedes jugar con la organización se Jehová, hacer como una prueba para ver si te gusta y después salirte así como así porque no es lo que esperabas?" me dijo la Hermana “M” (mi "amiga") sumándose al Superintendente, "quiero tener una vida normal" fue mi respuesta. "Haz una vida normal -respondió el Superintendente- sal al mundo, vive como lo hace el resto y de seguro Satanás se sentirá muy bien al ver que una de las ovejas de Jehová ha optado por el pecado. Pero te aseguro que recibirás todo de mano de Satanás para ser feliz, tendrás un novio, dinero, fama, qué sé yo, pero al final y cuando el Diablo ya te haya usado, te dejará tirada y no tendrás nada más." Esas palabras me calaron hondo y en vez de persuadirme para ser mejor cristiana, como seguramente el hombre ese deseaba (asustándome con lo de Satanás) mi decisión de no seguir estaba más firme que nunca.
Por ese entonces llegó un computador e internet a mi casa y comencé a informarme de cosas que los Tjs no te cuentan, como las fallidas profecías del fin del mundo, abusos, escándalos, cambio de doctrinas a través de los años, mal uso de párrafos extraídos de revistas científicas o testimonios de supuestos expertos para avalar la creación y desvirtuar la evolución, etc. Dejé de leer la Biblia, ir a las reuniones y a reunirme con los otros Tjs. Tiré los libros y los vestidos HORRIBLES que usaba los regalé o quemé. Me concentré en tener una vida simple, ser buena con todos y no tratar de imponer mis creencias por sobre las de los demás. En 2009 conocí a un hombre maravilloso con el que me casé en 2012. Tenemos un hijo y vivimos en Alemania, porque él es de esa nacionalidad. Acá nadie se mete mucho en la vida del resto, hay Tjs, pero por nuestra casa no pasan, porque mi esposo envió una carta a la sucursal del país exigiendo que se respetara nuestro derecho a no querer ser molestados o acosados por una secta. No fui expulsada, ni censurada, no renuncié y aun así muchos de los hermanos del pueblo donde mis padres viven me niegan el saludo y miran como una escoria hasta el día de hoy.
Uno a veces comete el error de acercarse a la religión o a ciertos grupos simplemente porque se siente solo. Es normal buscar compañía y las sectas como los Tjs se aprovechan de nuestras debilidades. Ellos parecen muy amigables al principio, pero no es amistad sincera lo que ofrecen y eso duele. Duele que jueguen con tus sentimientos, te dejen solo cuando más los necesites y te asusten con Satanás y sus demonios para que no te vayas. Muchos son expulsados injustamente y ven que sus vidas casi se acaban, pues sus familias y amigos en su mayoría los ignoran por no perder su relación con Jehová. Hay un ex Tj alemán/britanico llamado Misha Anouk que el año pasado lanzó un libro llamado "Goodbye Jehova -cómo dejé la secta más conocida del mundo" (Wie ich die bekannteste Sekte der Welt verließ) que es muy interesante, lástima que se encuentre sólo en alemán. Tras leer ese relato estoy más segura que nunca que la decisión que tomé hace diez años de abandonar a los Testigos de Jehová, fue la correcta. Atte. Frau Traurigkeit